Estimado lector: antes que nada te pido disculpas por el titular “clickbait”. Todos los aficionados estamos deseando ver lo que pueden dar de si las máquinas que saldrán a la venta este año, Playstation 5 y Xbox Series X, y las que aún no están anunciadas pero se suponen que están endesarrollo (¿Nintendo Switch Pro?).

El motivo de este artículo es reflexionar sobre la interminable guerra de consolas y la escalada de potencia. Hace muchos años, un procesador más rápido, una mejor paleta de colores, o el número de polígonos por segundo que podía mover una máquina se usaban como reclamo en marketing para venderte una consola: “el cerebro de la bestia”, “no hay nada superior”, etc…

Pero a día de hoy, que se ha llegado a un techo tecnológico en el que las empresas, para poder sacar todo el partido a una consola, se tienen que gastar una auténtica fortuna y se habla de superproducciones, ya no es tan importante. Como decía en el titular, la próxima consola de Microsoft será la más potente de la nueva generación, pero… ¿y qué? Ya lo es en la actual con One X, ¿y le ha servido para ser la líder en ventas? Está claro que no. Cuando Sony ganó la batalla PS2 VS Gamecube VS Xbox con la máquina menos potente ya se rompió la baraja y algunas compañías se dieron cuenta de que ese quizás no era el camino.

La primera en cambiar de rumbo fue Nintendo con Wii, que no era más que su anterior consola con unas mejoras tan leves, que era totalmente retrocompatible con Gamecube. ¿Cómo no va a serlo si era lo mismo? Cogieron un prototipo de mando desechado para Nintendo 64 (sí, Factor 5 ha reconocido que ya probaron el “Wiimote” durante el desarrollo de “Rogue Squadron” y no quedaron satisfechos con el control), hicieron una campaña de marketing brutal y el resultado no les pudo salir mejor. Tanto, que Sony y Microsoft tuvieron que desarrollar alternativas como “Move” o “Kinect” (y no fueron pocos dólares los que invirtieron precisamente).

Aquí quedó demostrado que la cosa ya no iba de potencia o al menos no era lo importante para todo el mundo. Se podían ofrecer alternativas divertidas que llamaran la atención y sobre todo ofrecieran algo distinto al panorama que había entonces. Y poco a poco cada una de las tres grandes han ido abriendo su mercado hasta llegar al actual, en el que tenemos:
- A una Nintendo reinando en portátiles como siempre, y al mismo tiempo siendo una alternativa interesantísima para las máquinas de sobremesa (catálogo propio envidiable, concepto muy familiar y una store con infinidad de indies).
- A Sony moviéndose en el terreno que más le gusta, el de sus exclusivos, una máquina potente y una legión de seguidores muy asentada.
- Y a Microsoft que se ha llevado varios años trabajando en un “Gamepass” que será la piedra angular de su nueva máquina, pero que al mismo tiempo, no deja tirados a sus suscriptores actuales con la promesa de que su nueva Series X no tendrá exclusivos durante los dos primeros años. Que eso no os lleve al engaño, las consolas Xbox seguirán teniendo exclusivos, ¡claro que sí!, pero no serán solo para una máquina, porque a ellos les interesa suavizar lo máximo posible el cambio de generación. ¡Ellos quieren vender suscripciones! Y lo que buscan es ampliarlas, no perderlas.

Así que, como dije en el titular, la consola más potente de la próxima generación será de Microsoft, pero no importa porque cada empresa tiene definida una estrategia propia y ofrece algo que solo ellos pueden ofrecer. Y con esta diversificación el que gana es el jugón.
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